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- Catherine Torres
- 20 jul 2020
- 2 Min. de lectura

Estoy desenfrenada.
Ilusionándome para sentir.
Buscando afecto en quien me lo pueda prestar.
Tratando de llenar un vacío que me pertenece.
Me encanta el amor o la idea de el, por lo menos.
Me encanta sentirme pequeña, envuelta en brazos ajenos y cubierta de una idea de romance.
He vuelto a mis primeros romances, a las primeras caricias, a las primeras llamadas, a la primera señal de atención.
Al primer beso, el primer abrazo.
Regresé al primer llanto en la oscuridad, al primer rechazo, al primer olvido.
A las primeras peleas, los primeros gritos, las primeras manipulaciones y las primeras señales de violencia.
Recordé cuando las conversaciones con mis amigas dejaron de ser sobre Barbies y comenzaron a tratarse de chicxs.
Una de ellas me continúa explicando mi innecesaria necesidad de tener a alguien conmigo. Yo sigo creyendo que es mi amor hacia el amor.
Hoy, después de varios años e incontables partidas, estoy segura de lo que no quiero a mi lado y hoy me amo y me abrazo.
Regresar me ayudó a perdonarme; disculparme por las veces que me quedé donde me estaba oxidando, aquellas donde cedí cuando no tenía qué y aquellas que esperé un pan completo de alguien que solo me daba migajas.
Ansío el día en el que llegue alguien con quien compartir.
Tanto su vida como la vida mía.
Repetir las escapadas al mar, el coworking y los hobbies.
Quiero a alguien que intente llevarse con mis amigues, quienes son difíciles cuando se trata de un tercero.
Quiero apoyo incondicional, amistad, amor y cariño.
Quiero entregarlo todo sin miedo a caer del peso.
Quiero seguridad y estabilidad. ¿Pero esto lo queremos todes, no?
Quiero reír, llorar, bailar y volar. (de la mano de ese alguien)
No quiero menos que a alguien que me espere afuera de su carro en la puerta de mi casa.
No quiero menos que todo.
No quiero menos que sentir y ser sentida.
No estoy buscando, no estoy esperando, solo estoy.
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