Mis amigas
- Catherine Torres
- 12 ago 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 12 sept 2020
Las de siempre, con las que crecí.
Nos hemos visto ser: caer, cagarla, reír, cabreadas, histéricas, vivas, depresivas, enamoradas.
Nos hemos acolitado muchas y otras nos hemos dado la espalda.
También, hemos tenido secretos entre nosotras y nos hemos guardado miles.
Mis amigas son mis pilares. Siempre repito que no estaría viva si no las tuviera a mi lado; por más exagerado que suene o ilógico que les parezca.
Nunca me gustó sentirme sola y tengo el privilegio de tener a mis amigas a mi lado después de tantos años. Después de tantas peleas, de meses sin vernos ni hablar, de habernos enfocado en nuestras relaciones amorosas y distanciarnos. Ellas, sin saberlo, estuvieron conmigo tirándome la soga al pozo para que salga. El pozo de lágrimas que pensé que nunca iba a salir.
Cada una cumple un rol en mi formación, crecimiento y (de)construcción.
Vivo por las llamadas a joder, a las para llorar o las típicas de "qué haces te paso viendo".
Extraño los viajes y las pijamadas.
Pero nunca me falta la incondicionalidad de cada una de ellas.
Sí, la adultez nos cogió pronto y duro.
Pues, cada una de nuestras vidas son igual de complicadas. Nuestras familias caóticas y nuestro dolor hacia ellas inevitable.
No sé si puedo decir que todas mis amigas son feministas, pero me escuchan cada vez que les cuento o se los trato de meter en cualquier conversación.
Hace poco tuvimos una conversación, de las más serias que hemos tenido si es que no fue la única. Compartimos historias de abuso, de violencia, de las drogas que nos pusieron en vasos sin nuestro consentimiento, y sobretodo: el consentimiento. Me di cuenta que mis amigas no tienen una idea absoluta del consentimiento. Así como muchas tenemos interiorizados comportamientos "que pasan" o que en realidad, tenemos que dejar pasar por el lindo sistema que nos hizo crecer. Por suerte a ninguna le ha pasado lo que yo sufrí; y le pido al universo y agradezco todos los días para que nunca les suceda.
De mis mejores recuerdos con ellas, es uno a los 14 cuando todas se acostaban en la cama de mi mamá a pedirle que por favor me dejara salir. Mentíamos elaborada e improvisadamente en conjunto que siempre nos salía bien. "Cathy tranquila vamos a dormir en mi casa y nos quedaremos viendo películas" cuando la realidad era vamos a ir a Nassau o tal vez a Montañita.
Hoy casi ninguna vive bajo el mismo ritmo en el que podamos coincidir: relaciones amorosas, trabajo, universidad, otras amigas. No hemos tenido una pijamada en casi 3 (o más) años (sorry má). Y para poder reunirnos todas juntas tenemos que planearlo con meses de anticipación. Pero la incondicionalidad no falla, siempre estamos para las urgencias no tan urgencias, las llamadas a chismear o para cesar la ansiedad.
Las amo, las amo con todo mi corazón; y he tenido esta costumbre de siempre despedirme con un "te amo" porque nunca sabemos cuando podría ser la última vez.
Las amo.
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