inevitable dormir el dolor
- Catherine Torres
- 27 oct 2020
- 1 Min. de lectura
Busco tu piel en la mía;
queriendo comprobar si es que después de varias noches juntxs alguna partícula tuya se quedó impregnada en las mías.
Si es que tuve la casualidad de que tenía algún poro abierto para que entre tu calor.
Me envuelvo en mi colcha imaginando que son tus brazos .
No sé qué hice mal para que huyeras.
No sé cuáles fueron nuestras últimas palabras.
Mi cerebro siempre elimina de mi memoria los momentos agridulces.
Treinta y nueve minutos borrados; sin papelera de reciclaje en la que los pueda encontrar.
¿Le agradezco al alcohol? o, ¿me culpo?
Duermo temprano para no pensar.
Son las dos y treinta y cinco de la mañana; me levanto pensando en ti.
Ahora son las cuatro y no puedo cesar mi ansiedad.
¿Qué hice mal? ¿Qué hice mal? ¿Qué hice mal?
Me encuentro enrollada en tus brazos imaginarios.
Cinco y cincuenta y cuatro, salió el sol.
Y sigo atormentándome, castigándome.
"Ya quiérete un poco" - grita mi cuerpo.
"Ya quiéreme un poco" - implora mi autosaboteo.
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